A mediados del siglo XX, en Europa y Norteamérica los artistas de la época revolucionaron el Arte, hicieron manifiestos visuales que demandaron los sucesos acaecidos en ambas partes del mundo, declararon por medio del color, la forma, los objetos cotidianos y los procesos que el arte estaba vivo. Pusieron a la vista que la necesidad del arte se sustentaba en la existencia misma del arte y su vínculo con el ser humano contemporáneo, y que en una guerra contra la cultura de masas revolucionaron el pensamiento y lanzaron una nueva crítica al sistema, unos siendo parte de ella, otros luchando por el pasado y otros tantos rompiéndolo todo. Y en medio de procesos no convencionales el arte se reproducía, se presentaba, se multiplicaba e hizo crítica a su propio mundo, creo nuevos estilos efímeros, vertiginosos y transgresores. Nuevos nombres y apellidos se escribieron en la historia del arte, y dieron inicio a la poshistoria.
Dice Arthur Danto: Pero era bastante coherente con el final de la era del arte, tal vez como Hans Belting y yo lo entendíamos, que el arte fuese extremadamente vigoroso y no mostrase ningún signo de agotamiento interno. La nuestra era una llamada de atención acerca de cómo un complejo de prácticas artísticas dio lugar a otras, aun cuando la forma del nuevo complejo permanecía (y todavía permanece) oscura. De hecho y de acuerdo con Danto, el arte no puede morir ya que es una esencia una cosa etérea, tal vez puedan morir o desaparecer ciertos procesos o ciertas formas de contar o narrar, pero el arte ¡no!, creo que no será posible, porque el arte es adherente al ser humano, a sus propios procesos y evoluciones. Es parte vital de sus ciclos de vida. Nada muere, solo se transforma.
En ese sentido, los estudiantes de arte contemporáneo hacen un homenaje a cada tendencia del arte, con revisiones, reseñas y muestras de obra REPRESENTATIVAS que siguen siendo tema para conversar.
Huberta Márquez Villeda (Junio, 2024)
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